jueves, 31 de diciembre de 2009

Líderes adventistas hablan de la cumbre climática de Copenhague

¿Deberían interesarse los cristianos en cuidar del medio ambiente? Jan Paulsen, presidente de la Iglesia Adventista mundial, dice sin dudarlo que "sí" en un video dado a conocer en YouTube (ver), al momento de la Cumbre de Copenhague.

"Por sobre todas las cosas, el cuidado del medio ambiente se remonta a nuestros comienzos [adventistas]", dijo Paulsen.

El arzobispo de Canterbury dijo que él cree que los cristianos deberían interesarse en el cambio climático. Los líderes de la Iglesia de Inglaterra se unieron a otros 16 directivos del Reino Unido en la Abadía de Westminster el pasado 6 de diciembre para realizar una marcha que busca "detener el caos climático".

Muchos cristianos, sin embargo, no creen que el tema del calentamiento global sea de su interés. Un informe de Barna indicó que solo el 33 por ciento de los evangélicos de Estados Unidos consideran que el calentamiento global es un gran problema.
"Desafortunadamente, no soy demasiado optimista en relación con los resultados de la cumbre", dice Samuel Soret, director del Departamento de Salud Ambiental y Ocupacional de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Loma Linda.



Por su parte, aunque se muestra más escéptico de los cambios climáticos, el pastor adventista británico Paul Lockham dice que para él, el énfasis está en ser creacionista, que significa "cuidar" de la tierra.

"Sin ser demasiado radical, yo busco hacer mi parte. Somos llamados a ser mayordomos de la creación divina, no cuidadores de un museo ni destructores".

Otros piensan diferente. "Me pregunto qué impacto podemos hacer realmente como cristianos si sabemos cómo va a ser el fin de este mundo", dice el científico Peter Walton, un escéptico del calentamiento global. Para Walton, el problema pasa por otro lado. Y cita al escritor Michael Crichton, quien dijo que "no tenemos la justificación moral de gastar vastas sumas en este tema especulativo cuando no podemos predecir el futuro, pero sí conocer el presente".

Walton sigue citando a Crichton: "Cada siete segundos, surge un nuevo huérfano del SIDA y cada minuto fallecen cincuenta personas por enfermedades relacionadas con el agua contaminada". Walton cree que, en consecuencia, hay que reorientar las prioridades.

Victor Pilmoor, tesorero de la Iglesia Adventista en Gran Bretaña, se refirió hace poco a la cumbre climática a la luz de Génesis 1 y Colosenses 3: "La postura adventista debería ser clara: Nuestra responsabilidad del pacto como mayordomos de la creación es anterior al pecado y sus consecuencias. Debemos respetar todo lo que Dios nos ha dado, más allá de la ciencia", dijo.

Rajmund Dabrowski, director de comunicaciones de la Iglesia Adventista mundial, agrega: "No solo los gobiernos necesitan hacer su parte. El tema de mejorar nuestra mayordomía del medio ambiente constituye también una responsabilidad personal e individual. Por respeto a la creación, como cristiano debería refrenarme en el uso de los recursos mundiales, y equilibrar mis deseos y necesidades".


Fuente: ANN / Adventist News Network

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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Una Autoridad Mundial sobre el Clima. Por José Ignacio Torreblanca

La cumbre de Copenhague era la última oportunidad que los casi 200 Estados que forman la comunidad internacional tenían de demostrar que podían ser parte de la solución al problema del calentamiento global. Lamentablemente, después de lo visto en Copenhague, se ha puesto de manifiesto que los Estados son una gran parte del problema. Ha llegado pues el momento de dar un salto cualitativo y comenzar a pensar en cómo expropiarles de la capacidad de decidir acerca del futuro del planeta.

Suena revolucionario pero no hay que alarmarse: en el fondo, la política sólo consiste en decidir cuánta autoridad queremos asignar a qué nivel para resolver qué problemas. Para los políticos, la política es el arte de lo posible, pero para los politólogos la política no es olfato, sino ciencia. Y si algo sabemos es que los diseños institucionales importan, es decir, que las posibilidades de resolver los problemas están íntimamente ligadas a los mecanismos que utilicemos para tratar de solventarlos. El Estado español ha renunciado a emitir su propia moneda, delegando esa competencia en una autoridad monetaria supranacional: gracias a que el Gobierno no puede darle a la máquina de fabricar billetes para salir de la crisis, la crisis no es más grave aún.

Sólo tenemos un planeta, pero lo gestionamos mediante un sistema de gobierno ridículo basado en un concepto caduco llamado soberanía. En su momento, la soberanía fue un invento útil para poner fin a las guerras de religión e imponer una única autoridad central a los señores feudales. Pero hoy en día, a la hora de gestionar la cuestión del cambio climático, los Obama, Jiabao, Medvédev, Singh y Lula no se diferencian mucho de aquellos señores de la guerra empeñados en preservar su autonomía aun a costa del desastre colectivo. En Somalia gobiernan múltiples facciones que sólo velan por sus propios intereses y lo llamamos Estado fallido. ¿Cómo definimos nuestro sistema climático, donde nadie vela por los intereses colectivos? ¿Un planeta fallido?

Copenhague podía haber acabado de otra manera, sí: igual que Estados Unidos y Rusia han sido capaces de alcanzar grandes acuerdos de desarme nuclear, China y Estados Unidos podían haber alcanzado un acuerdo de largo alcance, comprometiéndose a reducir las emisiones mediante acuerdos vinculantes sometidos a verificación y un régimen de sanciones que lo respaldara. También podíamos haber visto a los 168 Estados ponerse de acuerdo en un sistema descentralizado de gestión climática en el que cada Estado cumpliera voluntariamente unos objetivos muy ambiciosos con una mínima coordinación. De hecho, hay precedentes de acuerdos similares (como las comunidades de regantes de Valencia, cuyo estudio ha sido crucial en el Premio Nobel de Economía recientemente concedido a Elinor Ostrom). Pero las dos posibilidades eran muy improbables.

La vida está plagada de casos en los que la suma de decisiones racionales desde el punto de vista individual conduce al desastre colectivo: desde las carreras de armamento hasta la deforestación de la Amazonía, pasando por los pánicos bancarios o la extinción de las anchoas del Cantábrico, la inexistencia de acuerdos vinculantes para las partes y una autoridad superior que los supervise suelen estar en la raíz del fracaso. El caso del cambio climático es el paradigma de un sistema de toma de decisiones estructuralmente sesgado para producir resultados subóptimos.

Curiosamente, la Unión Europea, a pesar de haber quedado marginada por la pelea entre Estados Unidos y los emergentes, tiene dos tipos de tecnologías clave para resolver el problema del cambio climático. El primer conjunto de tecnologías engloba los sistemas de comercio de emisiones (perfectibles pero que abren una importante vía); su capacidad de innovación tecnológica tanto en la mejora de eficiencia energética como la captura de carbono y su experiencia en el recurso a medidas de fiscalidad verde. Son tecnologías claramente exportables, que ya han conseguido que Europa sea líder mundial en eficiencia, reducción de emisiones, energías renovables, fiscalidad verde, etcétera.

Pero la tecnología más importante de la que dispone Europa es la institucional. Por todo lo que la criticamos por su irrelevancia en el mundo, la UE es la prueba palpable de que es posible dar soluciones supranacionales efectivas a problemas que enfrentan intereses irreconciliables de los Estados. Europa resolvió la rivalidad franco-alemana, que tantos millones de muertos costó, con una fórmula imaginativa y equitativa de acceso y reparto de la producción de carbón, acero y energía nuclear. Hoy en día, parece evidente que sólo una autoridad supranacional que fuera capaz de fijar y recaudar impuestos verdes de forma global y repartirlos de forma equitativa, financiando con dichos recursos las adaptaciones e innovaciones tecnológicas necesarias, podrá prevenir el calentamiento global. Así que, por una vez, Europa tiene algo parecido a una solución ideal. Sólo falta que sea capaz de venderla. ¿Mi predicción? El planeta se calentará.


Fuente: ElPais.com
Autor: José Ignacio Torreblanca, es investigador senior en el European Council on Foreign Relations, así como director de la oficina de Madrid. Antes, trabajó en el Real Instituto Elcano como analista senior en asuntos de la UE. Es doctorado en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y se dedica también a la enseñanza de Ciencia Política y asuntos de la UE en la UNED. Es autor de varios libros y columnista de Foreign Policy en Español, Politique Européenne, Política Exterior, la Revista Española de Ciencia Política y El País.

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lunes, 21 de diciembre de 2009

La Cumbre de Copenhague: Ni justo, ni ambicioso ni vinculante

Las ONG lamentan que el pacto no refleje compromisos firmes
Al comienzo de la Cumbre del Clima las principales ONG del mundo habían concentrado sus reivindicaciones en tres letras. Pedían un pacto "FAB": justo (fair), ambicioso (ambitious) y vinculante (binding). Sin embargo, los tres folios de texto del Acuerdo de Copenhague que dejaban tras de sí los 119 jefes de Estado y de Gobierno se parecen muy poco a eso. "No es ni justo, ni ambicioso, ni vinculante", lamentaba ayer en Copenhague Mar Asunción, responsable de Cambio Climático de WWF. "Estamos muy decepcionados, los líderes mundiales nos han defraudado".

Para Aída Vila, de Greenpeace, "se ha desaprovechado una oportunidad histórica". Una de las frases más repetidas el sábado por los jefes de Estado y de Gobierno, incluido Barack Obama, es que, si bien el acuerdo no es lo que se esperaba, resulta un "primer paso". Pero esta ecologista mostraba ayer su cansancio con tantos primeros pasos dados a lo largo del tortuoso proceso de las negociaciones climáticas. "El primer paso se dio en la Cumbre de Río de Janeiro de 1992, hace 17 años, ahora en Copenhague había llegado el momento de hacer más", insistía la responsable de Cambio Climático de Greenpeace.

"Es un acuerdo totalmente insuficiente, flojo en contenido y en la forma", se desahogaba Vila, también decepcionada con los líderes mundiales a los que tanto habían insistido para que vinieran a la capital danesa. Ya no pensaban lo mismo cuando veían su espantada de Copenhague sin hacerse ni la habitual foto de familia.

"El acuerdo es irresponsable e injusto porque ni siquiera sienta las bases para luchar contra el cambio climático", incidía Asunción, que destacaba que el texto salido de esta cumbre no define objetivos de reducción de emisiones de efecto invernadero.

"Es vergonzoso que después de dos años de sangre, sudor y lágrimas, no hayamos terminado la maratón a tiempo", clamaba José Hernández de Toro, portavoz de Intermón Oxfam. "Los líderes del mundo han tenido una oportunidad real aquí en Copenhague de alcanzar un acuerdo justo, ambicioso y vinculante, que es el que el mundo necesita. Sin embargo, mientras se cocinaba el acuerdo, se descartó la justicia y se descafeinó la ambición".

Un poco más indulgente se mostraba la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN), cuyos responsables destacaban los avances para frenar la deforestación. "Reducir la deforestación y restaurar los bosques degradados están entre las soluciones más efectivas para la mitigación", afirmaba Stewart Maginnis, director de Desarrollo y Medio Ambiente de la UICN.


Fuente: ElPais.com
Autor: Clemente Álvarez / Copenhague

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martes, 8 de diciembre de 2009

La Agencia Ambiental de EE UU reconoce la amenaza del CO2

La declaración permitirá a Obama tomar medidas para luchar contra el calentamiento global sin pasar por el Congreso

La Agencia de Protección Medioambiental, dependiente del gobierno federal norteamericano, admitió este lunes oficialmente que los gases de efecto invernadero suponen una seria amenaza para la salud de los seres humanos y para la estabilidad del planeta, consumando el importante giro en la política ecológica de la Casa Blanca acometido por el presidente Barack Obama y dándole a éste la potestad de imponer límites a la contaminación al margen del Congreso.

"Estas medidas, que deberían haberse tomado mucho antes, confirman que 2009 será el año histórico en el que el Gobierno de Estados Unidos comenzó a afrontar el desafío de la contaminación de los gases de efecto invernadero y aprovechó el momento para acometer cambios en aras de una energía limpia", dijo ayer la administradora jefe de esa agencia, Lisa P. Jackson, en conferencia de prensa.

El hecho de que esa agencia del gobierno, creada en 1970 con el cometido de aprobar normas ejecutivas para proteger a la población y al medio ambiente, reconozca los efectos perniciosos de la contaminación, supone que la Administración de Obama podrá tomar medidas en contra del calentamiento global independientemente del Congreso y aunque éste no apruebe legislación al respecto.

La Cámara de Representantes aprobó el pasado mes de mayo una normativa que impondría límites a la emisión de CO2 a automóviles, fábricas y plantas energéticas, pero ese proyecto de ley debe ser aprobado aun por el Senado. Obama, que acudirá a la clausura de la cumbre mundial del clima que comenzó ayer en Copenhague, se ha mostrado dispuesto a secundar allí un acuerdo político internacional vinculante para reducir la contaminación.

Jackson no reveló si la Agencia esperará a que el Senado vote aquel proyecto de ley o si emitirá independientemente una normativa que imponga límites a la contaminación, sin esperar al Congreso. Lo que si adelantó es que no admitirá más demoras como las impuestas por la administración del ex presidente George Bush: "No hay más excusas para seguir sin hacer nada. Esta Administración no ignorará a la ciencia y a la ley durante más tiempo".

En 2007, el Tribunal Supremo ordenó al gobierno de Bush que elucidara si los gases de efecto invernadero se consideran contaminantes y perjudiciales para el ser humano. Bush impidió que la Agencia se pronunciara al respecto, por los efectos adversos que una aserción como aquella podría tener sobre el desarrollo económico, el parqué automovilístico y el consumo de energías tradicionales.

Hasta ayer, iba a acudir a la cumbre sin una legislación específica que avale o imponga límites a sus compromisos. A partir de ahora cuenta con la potestad de la Agencia de Protección Medioambiental para emitir decretos. En preparación para su viaje, el presidente se iba a reunir en la Casa Blanca, al cierre de esta edición, con el ex vicepresidente y reputado ecologista Al Gore y con diversos hombres de negocios, científicos y activistas expertos en cambio climático.


Fuente: ElPais.com
Autor: David Alandete / Washington 07/12/2009

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lunes, 7 de diciembre de 2009

El imperativo climático. Por Rajendra K. Pachauri

Por ejemplo, está habiendo cambios en los patrones de precitaciones, con una tendencia a que haya mayores niveles de lluvias en las latitudes superiores del mundo y menores precipitaciones en regiones tropicales y subtropicales, así como en el área del Mediterráneo. También está aumentando la cantidad de casos de lluvias extremas, y se están generalizando. Más aún, la frecuencia e intensidad de las ondas de calor, las inundaciones y las sequías van en aumento.

Este cambio en el patrón y la intensidad de las lluvias tiene serias implicancias para varias actividades económicas, así como para la preparación de los países para manejar emergencias como inundaciones costeras de gran escala o nevazones intensas.

Algunas partes del mundo son más vulnerables que otras a estos cambios. La región ártica, en particular, se ha estado calentando a tres veces el ritmo del resto del planeta. Los arrecifes de coral, los grandes deltas (que incluyen ciudades como Shangai, Calcuta y Dhaka) y los pequeños estados formados por islas son también extremadamente vulnerables al aumento del nivel del mar.

Entre otros efectos negativos del cambio climático se encuentra la posible reducción del rendimiento de las cosechas. Por ejemplo, en algunos países africanos podría llegar a disminuir en un 50% para el año 2020. El cambio climático produciría una mayor escasez de agua, que para el año 2020 podría afectar a entre 75 y 250 millones de personas tan sólo en África.

En general, se estima que las temperaturas aumentarán para el año 2100 entre 1,1ºC y 6,4ºC. Para centrarse con mayor precisión en estos escenarios, el PICC ha concluido que lo más probable es que el extremo inferior de esta gama sea 1,8ºC, y 4ºC el superior. Incluso en la estimación más baja, las consecuencias del cambio climático podrían ser graves en varias partes del mundo, lo que incluiría una mayor escasez del agua, graves efectos sobre los ecosistemas, y vidas y propiedades amenazadas debido a inundaciones en zonas costeras.

Puede haber además graves consecuencias para la salud humana si no se pone control al cambio climático, particularmente mayor morbilidad y mortalidad como resultado de olas de calor, inundaciones y sequías. Más aún, cambiaría la distribución de algunas enfermedades, haciendo más vulnerables a las poblaciones humanas.

Puesto que el efecto del cambio climático es global, hace falta que el planeta como un todo adopte medidas específicas de adaptación. Sin embargo, ya es claro que la capacidad de adaptación de algunas comunidades se verá superada rápidamente si no se reduce la intensidad del cambio climático.

Para ayudar a estas comunidades vulnerables, es esencial que el mundo idee un plan de acción para limitar la emisión de gases que incrementan el efecto invernadero (GEI) . El PICC ha evaluado varios escenarios, y uno que limitaría el aumento futuro de las temperaturas a entre 2 y 2,4ºC requeriría que las emisiones llegaran a su punto máximo no más allá del año 2015, y que se redujeran a partir de entonces. El ritmo de reducción determinaría en qué medida sería posible evitar los peores efectos del cambio climático.

El PICC también ha concluido que un esfuerzo así de estricto para reducir el cambio climático no significaría más de un 3% del PGB global en el año 2030. Lo que es más, hacerlo conlleva enormes beneficios: las menores emisiones de GEI estarían acompañadas de una menor polución del aire y mayor seguridad energética, más producción agrícola y mayores índices de empleo. Si estos beneficios se tomaran en cuenta como un todo, ese coste del 3% del PGB para el año 2030 sería significativamente menor, quizás hasta negativo. El mundo podría optimizar su producto económico y su bienestar al buscar una manera de reducir el cambio climático.

Por tanto, la necesidad de una acción internacional surge de dos importantes observaciones resultantes del trabajo del PICC. Primero, si no mitigamos las emisiones de GHG, será difícil revertir los efectos negativos del cambio climático, lo que implicará más dificultades y posiblemente un riesgo de supervivencia para la humanidad y otras especies.

Segundo, los beneficios de reducir la emisiones de GEI son tan abrumadores que esto, combinado con las perspectiva del daño resultante de la inacción, hace imperativo que el mundo diseñe una respuesta y un plan de acción internacionales. Considerando el reto al que nos enfrentamos, cuya magnitud y naturaleza ha sido claramente descrita por el PICC, la Conferencia de Copenhague, que se ha de realizar este año, debe producir un acuerdo multilateral que lo aborde de manera adecuada.


Fuente: Cop15 / Copenhagen Copyright: Project Syndicate, 2009.
Autor: R. K. Pachauri, ha recibido el Premio Nobel y es Presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y Director General del Instituto de Energía y Recursos.
Traducción: del inglés por David Meléndez Tormen

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