El 30 de junio de 1908, poco después de las siete, una enorme explosión iluminó el cielo de
Tunguska, en el centro de Siberia. Las crónicas de la época cuentan que el sonido atronador fue acompañado por una onda de choque que derribó a las personas, rompió vidrios a kilómetros de distancia y fue registrada en Europa y en Asia.
El
"evento de Tunguska", que dejó un escenario devastado en
una superficie de 2000 kilómetros cuadrados, es considerado el mayor impacto de un
meteorito en la historia reciente de la Tierra.
Esta semana,
el choque de uno de esos "vagabundos del espacio" contra la superficie de Júpiter volvió a plantear la posibilidad de que algo similar pueda volver a suceder. Y aunque algunos lo suponen altamente improbable, los programas de seguimiento de objetos potencialmente peligrosos calculan que estos últimos pueden superar el millar.
El cálculo de probabilidades sobre semejante drama en la novela cósmica varía entre quienes hacen la estimación. "Una teoría plantea que los cataclismos podrían ocurrir cada 26 millones de años -dice Claudio Quiroga, astrónomo del Observatorio de La Plata-. En ese lapso, el Sol penetraría dentro del brazo espiral de la galaxia, lo que provocaría una inestabilidad. Se supone que en ese caso "algo" afectaría gravitatoriamente a los cometas y asteroides, y haría que "caigan" hacia el Sol."
Para Gonzalo Tancredi, experto en este tema del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias de Montevideo, Uruguay, para empezar a calcular la frecuencia de colisiones de "cascotes" extraterrestres, lo primero que hay que tener en cuenta es su tamaño.
"Los pequeños impactan en forma más frecuente que los grandes, pero obviamente sus consecuencias son mucho menos relevantes ?explica?. Además, en el caso de la Tierra tenemos una protección, que es la atmósfera, que hace que los que tienen menos de algunos cientos de metros se desintegren totalmente y sólo caigan pequeñas fracciones. La preocupación de un impacto de consecuencias catastróficas en el nivel regional comienza con los de más de 200 metros de diámetro. Para que la catástrofe tenga una escala mundial, o sea, que los efectos se manifiesten en todo el planeta, el objeto tiene que tener más de 1 kilómetro de diámetro. Un impacto de ese tipo produciría una explosión equivalente a cinco millones de bombas nucleares como la de Hiroshima."
Una película de terror
El temor a esta amenaza que inspira argumentos de Hollywood, como Armageddon y Impacto profundo, no está totalmente injustificado.
Las teorías actuales sobre la formación de la Luna sugieren que resultó precisamente de la colisión entre un objeto del tamaño de Marte y la Tierra primigenia. En ese caso, la colisión no fue perjudicial.
"Era una época en la que nuestro sistema solar comenzaba a tomar forma ?dice Alejandro Gangui, investigador del Conicet en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio?. La Tierra era inhabitable y los impactos entre cuerpos astronómicos eran muy frecuentes. Producto de esa colisión, la Tierra habría perdido una parte menor de su masa. Dichos fragmentos, junto con los restos del planeta visitante, y luego de un par de meses de una compleja danza gravitacional, se habrían aglutinado formando la Luna. Y es la presencia de la Luna lo que estabiliza la orientación del eje de rotación de la Tierra. Sin la Luna, con el correr del tiempo, la Tierra no habría podido mantener sus climas como los conocemos ahora. La vida se habría vuelto mucho más difícil."
Hace 65 millones de años, lo que se cree fue el impacto de un meteorito o un cometa en lo que es hoy Yucatán borró de la faz de la Tierra a dos tercios de las formas de vida conocidas, entre ellas, a los dinosaurios. Es lo que se deduce, entre otras cosas, de analizar el registro geológico de esa época: muestra una capa rica en iridio y llena de cuarzo comprimido.
El iridio es un elemento abundante en los meteoritos y la estructura cristalina observada en el cuarzo sólo se forma cuando son supercalentados y presionados en un terrible impacto. "Como es sabido, esto permitió también que algunos pequeños mamíferos sobreviviesen y tomaran el nicho que los grandes lagartos dejaron vacante -subraya Gangui-. Millones de años de evolución llevaron al surgimiento del ser humano."
Pero el "catálogo" de impactos por meteoritos excede largamente los de Tunguska y Yucatán.
"[En la Tierra] existen alrededor de 176 cráteres reconocidos -cuenta Tancredi-. Y se calcula que hay alrededor de 1100 objetos (de más de 1 kilómetro de diámetro) que podrían colisionar con el planeta y crear una catástrofe global. Hasta el momento se descubrieron unos 6200 objetos cercanos a la Tierra, de los cuales cerca de 800 tienen más de 1 km de diámetro. O sea, que todavía falta descubrir unos 300 objetos peligrosos."
Para tratar de identificarlos y seguirles el rastro particularmente a los que podrían marcar el final infeliz de la civilización tal como la conocemos, en 1998 la NASA destinó un pequeño presupuesto para crear el programa de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO, por Near Earth Objects).
Son los que se acercan a menos de 40 millones de kilómetros. Donald Yeomans, director del programa, estimó que un asteroide como el que se estrelló en Tunguska ingresa en nuestra atmósfera una vez cada 300 años y que podría haber unos 375.000 de ese tamaño.
Bombardeo desde el espacio
Estamos siendo bombardeados permanentemene desde el espacio. Algunos de los proyectiles caen varias veces por día y son grandes como una mandarina o una pelota de basquet, otros, como un auto pequeño, ingresan dos veces por año. Casi todo se incinera en la atmósfera o explota en el aire.
Pero hay otros, como el que dejó un cráter de 20 metros en Perú en septiembre de 2007, que nos recuerdan el poder destructivo que poseen.
Cien años después de Tunguska, en enero de 2008, el asteroide 2007 TU24, de unos 250 metros de diámetro, se acercó a once veces la distancia de la Luna. Según Yeomans, acercamientos similares se producen cada tres años, aproximadamente, y el número de asteroides de más de 250 metros probablemente exceda los 10.000.
A fines de ese mismo año, meteoritos originados en un asteroide explotaron sobre Sudán. Según publicó la revista New Scientist, fue la primera vez que los astrónomos detectaron una roca en ruta de colisión contra la Tierra, la observaron atravesar la atmósfera y luego recuperaron algunos fragmentos. Cuando el 2008 TC3 fue descubierto, el 6 de octubre de ese año, estaba a sólo 20 horas de estrellarse contra el planeta. La bola de fuego que provocó fue vista a la distancia por la tripulación de una nave KLM y por varios satélites a medida que descendía a través de la atmósfera.
En marzo de este año, otro asteroide apodado 2009 DD45 se deslizó a sólo 72.000 kilómetros por encima de la superficie terrestre, menos de un quinto de la distancia de la Luna y el doble de los satélites geosincrónicos. Habría tenido entre 20 y 50 metros de diámetro, por lo que rivalizaría con el que cayó en Siberia.
¿Existe alguna manera de neutralizar estos bólidos?
De acuerdo con la primera ley de Newton, todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar por otra fuerza.
Por eso, los cazadores de NEO ya están pensando en algunas estrategias. "Puede haber diferentes técnicas para mitigar las consecuencias de una colisión, dependiendo del momento en que predecimos el impacto y el instante del impacto mismo -dice Tancredi-. Si ese tiempo es de varios años, se pueden intentar técnicas de desvío. Las más aceptadas son las que se denominan «impactor cinético» y «tractor gravitacional». La primera consiste en hacer colisionar algún objeto masivo contra el asteroide y la otra en colocar una nave que jale gravitacionalmente de éste. Las técnicas nucleares son una alternativa, pero muy riesgosa por la posibilidad de que falle el misil. La posibilidad de romperlo también, porque uno termina con una cantidad de fragmentos que podrían colisionar con la Tierra si mantienen su trayectoria original".
"Calcular el impacto de meteoritos contra la Tierra es algo así como jugar a los dados -dice Quiroga-. Por suerte, Júpiter es una 'bestia', gravitatoriamente hablando, y arrasa con todo. Creo que la tecnología militar terrestre es suficiente para afrontar un Impacto profundo. Ahora, si hoy mismo descubrimos uno que se dirige hacia nosotros, no vamos a poder hacer absolutamente nada. De la misma forma en que teóricamente podemos combatir el hambre, pero no vamos a lograrlo hasta que no exista voluntad política de hacerlo. De todos modos, personalmente creo que antes tenemos que preocuparnos por cosas más terrenales que el impacto de un objeto extraterrestre..."
Fuente: LaNacion.com
Autor: Nora Bär
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