Apareció por la acción de las corrientes y los vientos, que aglutinaron los desechos plásticos.
Tras 22 años de juntar restos de plástico acumulados en medio del océano, un grupo de investigadores estadounidenses descubrió cómo y por qué se formó una isla de basura en el Atlántico. Lo que aún no pudo explicar ningún científico, son las consecuencias que tendrá en los seres vivos semejante contaminación.
Ya se sabía de la existencia de la gigantesca isla de plásticos flotantes del Pacífico Norte. Ahora, investigadores de Woods Hole Oceanographic Institution y de la Universidad de Hawaii en Honolulú dieron a conocer –en la revista Science– los resultados de la recolección de muestras tomadas entre 1986 y 2008 por más de 7.000 estudiantes universitarios en 6.136 localizaciones del mar Caribe y del Atlántico Norte. En este último se da la mayor concentración, que llega a 580.000 piezas por kilómetro cuadrado, en su mayoría milimétricas; la superficie de esa zona supera a la de Cuba.
Si bien los investigadores determinaron que los residuos flotantes tardan menos de 60 días en llegar desde las costas norteamericanas hasta la zona de acumulación, la gigantesca isla de plástico se formó con desechos arrojados desde las tres Américas. No obstante, el mayor caudal proviene del norte. Fueron arrastrados por corrientes superficiales y, por una circulación ciclónica de vientos, se aglutinaron en una zona de convergencia, en el mar de los Sargazos. Se trata de “una especie de embudo, donde el agua se concentra y termina yéndose hacia el fondo”, explica José Luis Esteves, a cargo del Laboratorio de Oceanografía Química y Contaminación de Aguas del CENPAT-Conicet, en Puerto Madryn. Allí, la velocidad de la corriente es tan lenta, que un velero podría estar 100 años sin moverse.
Los científicos se sorprendieron al comprobar que, pese a que la producción de plástico aumentó mucho en estos años, no pasó lo mismo con la concentración de restos en la zona de mayor acumulación. Descubrieron que en los trozos más pequeños ya se habían establecido microorganismos, y concluyeron que, después de haberse degradado por el clima y la radiación solar, terminan depositándose en el fondo del mar.
“El impacto global, muchas veces no se ve –señala Esteves–. Esos procesos de degradación tienen importancia en el ecosistema, por la disminución de oxígeno.
Hay plásticos más peligrosos que otros, según su composición.
Originalmente tenían un contenido de mercurio muy elevado, que hoy se ha reducido. Pero en el fondo del mar hay bacterias que transforman el mercurio en metilmercurio, que causa malformaciones fetales” cuando es ingerido a través del pescado contaminado.
Es la pesquería la que produce buena parte de la contaminación. Antes de terminar en una isla de basura, los sunchos de plástico ahorcan a los lobos marinos, cortan el pie de gaviotas y se enriedan en los delfines. Las bolsas matan a las tortugas marinas, que las tragan al confundirlas con medusas.
“Cada uno de estos barcos es un pequeño barrio flotante, con los defectos que tiene cualquier vecino con el manejo de sus residuos –observa el investigador argentino–. Pese a que la Organización Marítima Internacional prohíbe el vertido de todo tipo de plástico, no les importa tirar lo que sea, incluidas baterías de la ecosonda”.
Los plásticos son sólo lo visible. “El problema es lo que incluyen: hay residuos plásticos que contienen pilas o sustancias metálicas –subraya Esteves–. Si son botellas de aceite de vehículos, o de combustible, o sustancias tóxicas, terminan dispersándose en el mar en el lugar donde caigan”.
Además de formar islas de basura, las corrientes marinas y el viento también la amontonan en determinados lugares de las costas. “En la Patagonia hemos detectado zonas de hasta 10 kilómetros.
Cualquier sitio donde haya convergencia oceánica es un lugar potencial de acumulación de basura.
La hay en la isla de los Estados, donde viven sólo cuatro personas, que no son generadoras de basura. Y lo que no quedó ‘colgado’ allí o en las Malvinas, seguirá hasta el centro del Atlántico”.
Esteves ve “extremadamente difìcil” eliminar estas islas, “a menos que haya una campaña de Naciones Unidas. Es una decisión de política internacional”. Entretanto insiste en la necesidad de reemplazar el plástico por otras sustancias, para reducir su uso y para incrementar su reciclado.
Fuente: Clarin.com
Tras 22 años de juntar restos de plástico acumulados en medio del océano, un grupo de investigadores estadounidenses descubrió cómo y por qué se formó una isla de basura en el Atlántico. Lo que aún no pudo explicar ningún científico, son las consecuencias que tendrá en los seres vivos semejante contaminación.
Ya se sabía de la existencia de la gigantesca isla de plásticos flotantes del Pacífico Norte. Ahora, investigadores de Woods Hole Oceanographic Institution y de la Universidad de Hawaii en Honolulú dieron a conocer –en la revista Science– los resultados de la recolección de muestras tomadas entre 1986 y 2008 por más de 7.000 estudiantes universitarios en 6.136 localizaciones del mar Caribe y del Atlántico Norte. En este último se da la mayor concentración, que llega a 580.000 piezas por kilómetro cuadrado, en su mayoría milimétricas; la superficie de esa zona supera a la de Cuba.
Si bien los investigadores determinaron que los residuos flotantes tardan menos de 60 días en llegar desde las costas norteamericanas hasta la zona de acumulación, la gigantesca isla de plástico se formó con desechos arrojados desde las tres Américas. No obstante, el mayor caudal proviene del norte. Fueron arrastrados por corrientes superficiales y, por una circulación ciclónica de vientos, se aglutinaron en una zona de convergencia, en el mar de los Sargazos. Se trata de “una especie de embudo, donde el agua se concentra y termina yéndose hacia el fondo”, explica José Luis Esteves, a cargo del Laboratorio de Oceanografía Química y Contaminación de Aguas del CENPAT-Conicet, en Puerto Madryn. Allí, la velocidad de la corriente es tan lenta, que un velero podría estar 100 años sin moverse.
Los científicos se sorprendieron al comprobar que, pese a que la producción de plástico aumentó mucho en estos años, no pasó lo mismo con la concentración de restos en la zona de mayor acumulación. Descubrieron que en los trozos más pequeños ya se habían establecido microorganismos, y concluyeron que, después de haberse degradado por el clima y la radiación solar, terminan depositándose en el fondo del mar.
“El impacto global, muchas veces no se ve –señala Esteves–. Esos procesos de degradación tienen importancia en el ecosistema, por la disminución de oxígeno.
Hay plásticos más peligrosos que otros, según su composición.
Originalmente tenían un contenido de mercurio muy elevado, que hoy se ha reducido. Pero en el fondo del mar hay bacterias que transforman el mercurio en metilmercurio, que causa malformaciones fetales” cuando es ingerido a través del pescado contaminado.
Es la pesquería la que produce buena parte de la contaminación. Antes de terminar en una isla de basura, los sunchos de plástico ahorcan a los lobos marinos, cortan el pie de gaviotas y se enriedan en los delfines. Las bolsas matan a las tortugas marinas, que las tragan al confundirlas con medusas.
“Cada uno de estos barcos es un pequeño barrio flotante, con los defectos que tiene cualquier vecino con el manejo de sus residuos –observa el investigador argentino–. Pese a que la Organización Marítima Internacional prohíbe el vertido de todo tipo de plástico, no les importa tirar lo que sea, incluidas baterías de la ecosonda”.
Los plásticos son sólo lo visible. “El problema es lo que incluyen: hay residuos plásticos que contienen pilas o sustancias metálicas –subraya Esteves–. Si son botellas de aceite de vehículos, o de combustible, o sustancias tóxicas, terminan dispersándose en el mar en el lugar donde caigan”.
Además de formar islas de basura, las corrientes marinas y el viento también la amontonan en determinados lugares de las costas. “En la Patagonia hemos detectado zonas de hasta 10 kilómetros.
Cualquier sitio donde haya convergencia oceánica es un lugar potencial de acumulación de basura.
La hay en la isla de los Estados, donde viven sólo cuatro personas, que no son generadoras de basura. Y lo que no quedó ‘colgado’ allí o en las Malvinas, seguirá hasta el centro del Atlántico”.
Esteves ve “extremadamente difìcil” eliminar estas islas, “a menos que haya una campaña de Naciones Unidas. Es una decisión de política internacional”. Entretanto insiste en la necesidad de reemplazar el plástico por otras sustancias, para reducir su uso y para incrementar su reciclado.
Fuente: Clarin.com
Las ciudades están repletas de basura, todo esta lleno de basura, es obvio que tarde o temprano el mar iba a comenzar a formar este tipo de conglomerados de basura.
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